
Decían que terminaría con todos nosotros y con la escuela. En aquel entonces yo creía que no era hijo de este mundo y que su boca era un utensilio allien para procrear.
Dejamos las paredes grises que nos encerraban, y las momias que nos educaban; dejamos el pueblo y sus chimeneas que apestaban a cereal fermentado, pasaron cuatro años.
Él, aún, inmóvil. Pálido. Y la bomba dentro suyo, esperando. Un insecto esperando.


