
Agarró su cara y la puso sobre la mesa. Salió a su vereda de baldosas frías. Los niños la acechaban, ellos torcidos, eran los torcidos con señales celulares en sus fauces. Corrió.
Recordó al chico que la miró con otros ojos detrás de sus anteojos, quizás distorsionada. El reflejo hizo todo blanco e impenetrable, de a ratos se formaban arcoiris violetas.
Él estaba perdido, tan perdido como ella, por eso intentó no hablarle, intentó involucrarse lo menos posible en sus momentos de placer.
El silbido de la fábrica. Las 11:00 hs.
Una cena familiar y las ganas incontrolables de romper el lugar.
Romper todo.
T
O
D
O.
Se encerró en las clases del ingeniero, sacó el libro de Bradbury y los labios enmudecieron.
"-¡Te descubrí!"- le dijo el ingeniero con voz de circo "-vos sos de esas personas melancólicas que odian los números y viven en otro mundo".
"- Un tercer mundo."
"- Tu mundo, ningún mundo".


